miércoles, 4 de enero de 2012

El calor o la calor?

Si el artículo concuerda con el sustantivo en género y número, ¿podría considerarse incorrecto el empleo de la en el caso de “la calor”?

Algunas gramáticas califican de “arcaica” esta forma, aunque en nuestro idioma hay ejemplos en los que se usa el o la indistintamente. Se trata del artículo con los sustantivos ambiguos, que vacilan --en el uso corriente de la lengua-- entre los dos géneros: el o la piyama, el o la azúcar, el o la tilde. Pero, veamos las cosas con mayor detenimiento.

Como se sabe, el determinante el se emplea delante de sustantivos masculinos (el libro) y la ante sustantivos femeninos (la mesa). Sin embargo, con los sustantivos femeninos que comienzan con a- acentuada, la forma del artículo es el: el agua, el hacha, el águila, el habla. Se exceptúan los nombres propios y los patronímicos, cuando designan mujer, y las letras del alfabeto: la Juana Corrales, la a, la hache; se incluye el nombre de la primera letra del alfabeto griego: la alfa (metafóricamente, con el sentido de “principio u origen”, se dice correctamente: el alfa y el omega).

Pero cuando se interpone cualquier palabra entre el artículo y el sustantivo, la forma no es el sino la: las hiervientes aguas de Tipitapa; la enrevesada habla del pandillero.

Ante adjetivos, el artículo no sufre variación: la alta cumbre, la agria naranja, la árida conversación. Incluso, en los casos de elipsis, es decir, cuando se omite el sustantivo porque se sobreentiende: Es más peligrosa la marea baja que la alta (la marea alta).

Cuando se quiere distinguir el sexo en sustantivos femeninos de personas o animales, debe emplearse el artículo femenino la: la árabe (la mujer árabe), la ánade (el pato hembra), etc.

Los nombres de personas no llevan artículos. En algunos países (Chile, México, Costa Rica, Nicaragua, etc.), es corriente anteponer el artículo al nombre de pila de todas las mujeres: la Julia, la Petra (“la Juana Corrales” se lee en Cosmapa, de José Román; “Pobre la María” se titula la canción de Luis Enrique Mejía Godoy, y “Yo soy la María, María de los Guardias” otra de Carlos Mejía Godoy). La Academia considera correcto el empleo del artículo en estos casos.

Con nombres propios geográficos, algunos países han vacilado en el uso del artículo en su nombre; sin embargo, hoy se pueden anotar con seguridad aquellos que lo aceptan; por ejemplo: El Salvador, la Argentina, el Uruguay, el Paraguay, el Perú, el Ecuador, el Brasil, la India, el Congo y los Estados Unidos. En otros casos, el empleo es indistinto: el Asia (o Asia), el Japón (o Japón), la China (o China), el África (o África), el Egipto (o Egipto).

Con los apellidos se usa el artículo cuando: a) se anuncian: Llegaron los González, los Pérez, los Hernández; b) se refieren metafóricamente a los grandes hombres: Nicaragua es la tierra de los Darío y los Sandino; c) se refieren a una mujer: la Mistral, la Toledo, etc.

Volviendo a nuestro asunto, ¿podría considerarse correcto el uso de “el calor”?

La Academia explica que el uso lo decide a veces el ámbito social, profesional o el dialecto; así, la mar, empleado en poesía, es también expresión de gentes de mar; por eso dicen: altamar, plenamar, y aunque casi no se emplea con el artículo, el femenino es evidente, como en estas otras expresiones: el mar inmenso, la mar salada.

El término calor tampoco debe confundirse con otros muchos nombres que tienen el doble uso, masculino-femenino, pero cuyo cambio de género obedece a una variedad de la significación: el cometa (astro) y la cometa (papalote o barrilete); el contra (concepto opuesto o contrario) y la contra (contraveneno, movimiento contrarrevolucionario); el orden (concierto o disposición de las cosas) y la orden (mandato); el pendiente (arete) y la pendiente (cuesta o declive de un terreno); el tema (asunto o materia) y la tema (actitud arbitraria contra alguien).

Pero la calor --como la color, también-- es un uso considerado por algunos filólogos y académicos como vulgar y anticuado, relegado al habla campesina de algunas regiones.

Empleemos, pues, la forma culta y generalizada: el calor.

http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2007/07/07/opinion/53155