"Las bicicletas son una forma poética de hablar de las ausencias. Invitan a mirar y pensar dónde estará el dueño"
Fernando Traverso es un artista plástico rosarino. Nació en 1951 en la ciudad del Ché y de Fontanarrosa, donde estudió Artes Visuales, carrera que abandonó a los 21 años para dedicarse a la militancia social en los barrios. A finales de los 70s, una de las tantas mañanas en las que Fernando se encontraba caminando por las calles de su ciudad se cruzó con un amigo, un compañero militante social como él, que venía andando en bicicleta. Su amigo, que sabía que estaba siendo seguido, fingió no conocerlo, no lo saludó y continuó pedaleando. Un rato más tarde Fernando decidió volver sobre sus pasos y rehacer el camino que venía haciendo su amigo. A las pocas cuadras encontró la bicicleta atada a un árbol. Pasaron los días, en los cuáles Fernando volvía al mismo árbol, y la bicicleta continuaba ahí, encadenada. Así, un día comprendió que a su compañero se lo habían llevado y decidió romper la cadena y llevarse la bici. El dueño es uno de los 29 amigos de Traverso desaparecidos por la dictadura.
Casi 25 años después, Traverso decidió homenajear a sus compañeros y a los 350 desaparecidos y secuestrados rosarinos, víctimas de la represión ilegal y el terrorismo de Estado. Retomó entonces la figura de la bicicleta que espera a su dueño y se propuso realizar 350 esténciles en las paredes de la ciudad. Eligió el 24 de marzo de 2001 para estampar en una pared la primera bicicleta .
"Recuerdo que para ese entonces también hicimos una intervención con el grupo En Trámite, en la plaza San Martín de Rosario, frente a lo que fuera un centro clandestino de detención y tortura. Esa noche, de madrugada, salí con el molde y el aerosol en la mano. Había visto una pared propicia. Quería hacer la 'prueba de artista'. Tenía mucha necesidad de ver el resultado. Las primeras bicicletas las realicé caminando, eligiendo paredones cerca de mi casa. Las realizaba de noche, muy tarde. De regreso, a veces, debía apurarme porque amanecía, y las calles comenzaban a poblarse."
"De cada una de ellas podría contar una historia, como por ejemplo, la que quedó a medio hacer en la ex jefatura de policía, debido a que un oficial me detuvo al descubrirme. En otra oportunidad, un joven que venía de trabajar me llevó en su auto para que le pintara una en la pared de su casa; cargamos las dos bicicletas, la real en el baúl del coche y la otra, la del esténcil, en el asiento trasero y partimos. El diálogo que se generó durante el viaje fue maravilloso. Al llegar, la hicimos en silencio, pues quería darle la sorpresa a su mujer cuando se levantara a la mañana. O sino cuando salía en las noches de invierno, muy abrigado, con mi gorro de lana y cuellera, y veces, a la madrugada, me encontraba con los chicos que salían de los boliches que pedían que me sacara el abrigo de la cara, porque querían conocerme.
En la actualidad, todas las mañanas al ir a mi trabajo en bicicleta me cruzo con otros ciclistas y a su vez con esas otras estampadas en las paredes. Estoy seguro que algunos, después de verlas ahí, tan solas y desamparadas, siguen viaje armando una poesía en su cabeza."
Así, la silueta de la bicicleta abandonada se transformó en una metáfora de la ausencia.
Tomado del blog coolturizateya el 19 de junio de 2011
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